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El pentatlón moderno, en tiempo de regreso

16/10/2011

El pentatlón moderno entrega un relato novelesco casi como ningún otro deporte en los Juegos Panamericanos. En el siglo XIX, un joven oficial de caballería francés recibió la misión de entregar un mensaje. Sobre el lomo de su caballo atravesó las líneas enemigas en un terreno accidentado, y de repente se topó con un soldado que desenvainaba su espada. Retado, salió vencedor del duelo, pero su caballo cayó abatido por el disparo de un soldado enemigo. Decidido, el oficial continuó con su misión corriendo a pie, cruzó a nado un río de aguas turbulentas y finalmente entregó el mensaje. 

El barón Pierre de Coubertin rescató la historia y la incorporó como prueba en los Juegos Olímpicos de Estocolmo 1912, al suponer que esta competencia sería la más completa, ya que combinaba fuerza con velocidad y armonía. Casi cien años después, el Hípica Club, en las afueras de esta ciudad, rememoró aquella leyenda con la sucesión de cinco disciplinas al cabo de ocho horas: esgrima, 200 metros de natación, 12 saltos de equitación, campo traviesa en 3000 metros y tiro con láser. En esos asuntos anduvieron las hermanas Pamela (23 años) y Ayelén Zapata (21), que son soldados rasos del Ejército Argentino y se desempeñan en la parte administrativa del departamento de Educación Física de Campo de Mayo, en el Comando de Educación y Doctrina. "Hay que cambiar el cassette después de cada disciplina, no es fácil", advierte Pamela. "Nos entrenamos de lunes a sábados, y a veces los domingos, con cuatro pruebas por día", agrega Ayelén. Su padre, Miguel, suboficial principal retirado del Ejército, fue su primer entrenador y quien las alentó para sumarse, aunque sin presiones. 

En nuestro país, desde 1941 hasta 1960, el pentatlón moderno era practicado exclusivamente por militares. En los Juegos Olímpicos de Roma de 1960, nuestros pentatletas alcanzaron su máxima expresión -venían de ser cuartos en el Mundial de 1958 detrás de Hungría, Rusia y Estados Unidos, el local-. Pero el período de la dictadura sepultó la disciplina y la dejó casi sin cultores. Sólo en 1990 hubo un atisbo de crecimiento de la mano del oficial de Educación Física Miguel Trías, que sin embargo no contó con suficiente respaldo. 

Finalmente en 2001 se produjo el quiebre: el escenario de la acción se mudó del Colegio Militar de La Nación al Cenard y se instrumentó un plan de apertura que no sólo alcanzara al ámbito militar, sino también a la población civil. "Comenzamos con chicos de 12 y 13 años, entre ellos Ayelén, y ahora son 300 de la categoría de 9 y 10 años. Hubo muchos conflictos para reunir dinero porque nadie conocía el deporte después de 40 años de inactividad y pocos te creían que estábamos haciendo pentatlón moderno", apunta el entrenador, Guillermo Filipi. Por estos días, Emanuel Zapata -hermano de las chicas- figura 18° en el ranking mundial y Ayelén está 10a en la clasificación mundial juvenil. Hoy, por el lado de los varones, competirán Emanuel y el cabo formoseño Sergio Villamayor. 

Con la ayuda del Ejército Argentino, en sintonía con la Secretaría de Deporte y el Enard, el presupuesto anual del pentatlón es de un millón y medio de pesos en 2011, un salto gigante respecto de los magros $ 6000 que tenía la disciplina en 2007. En noviembre próximo, nuestro país realizará por primera vez el Mundial Junior Sub 21 en el Colegio Militar de El Palomar. A nivel mundial, el 40 por ciento de las medallas les corresponde a pentatletas que pertenecen a las Fuerzas Armadas, mientras que en la Argentina ya se equilibró la balanza de sus exponentes entre civiles y militares. Aquel mensajero francés dejó su legado hasta hoy. 

8º. Fue el puesto que ocupó Pamela Zapata en el pentatlón moderno, con un total de 1696 puntos, mientras que su hermana Ayelén se clasificó 14ª, entre 17 participantes, con 1428. El podio lo encabezó la norteamericana Margaux Isaksen (1968 puntos).